A la libertad, se la representa con alas, cadenas rotas y cuerpo de mujer. Las esfinges aladas, las alegorías y los ángeles, se materializan en el bronce o el mármol con las gráciles y delicadas siluetas de mujer. Durante la Creación, el Señor puso al hombre en la tierra, a quien hizo a su imagen y semejanza. Y vio que estaba solo. Se dijo entonces, no es bueno que el hombre esté solo. Puso, entonces, a la mujer a su lado, para que recorra su mismo camino…para que engendre los hijos de éste, y que contribuya con la procreación a los planes del Creador.
Los grandes avances del conocimiento, de la técnica, la industria y el imparable ariete de la mente humana, permitieron al hombre volar. Igual que las aves. Entonces, el hombre dejó sus dos dimensiones y se proyectó a lo tridimensional. Sus metas dejaron de ser finitas, para buscar lo infinito, porque ya, la tercera dimensión le abrió un nuevo camino.
Una nueva barrera quedó levantada, y permitió que el hombre traspase límites, otrora inimaginables. Más rápido, más alto, más lejos.
Mientras, la mujer lo contemplaba…
Pasó muy poco tiempo así, porque supo interpretar los libros de cuentos. Descubrió a las hadas, y se dio cuenta, que esos seres frágiles, buenos, mágicos, eran siempre mujeres…y que tenían alas propias! A partir de entonces, quisieron ser hadas para poder volar. A la par de los hombres, empezaron a volar, hasta que sus mágicos sueños resultaron realidades palpables y ciertas: ellas lograron lo hasta entonces imposible, lo que sólo los hombres se permitían. Y pasaron a ocupar sus lugares en el cielo…y a soñar con el vuelo! A partir de entonces, los sueños se les hicieron realidades.
Amalia Celia Figueredo fue la primera mujer en Sudamérica en recibirse de piloto de avión, el 1° de octubre de 1914. Recibió la licencia N° 58 del Aero Club Argentino. Después de realizar vuelos y demostraciones, prometió a su novio que abandonaría la actividad aérea cuando se casarían. Efectivamente, se casaron el 13 de noviembre de 1915, y Amalia Celia Figueredo de Pietra dejó de volar.
Enriqueta Fruchard de Jarfelt, nacida en Francia el 05 de agosto de 1888. y afincada desde 1911 en Argentina, se recibió de piloto de avión el 19 de abril de 1916, y recibió la licencia N° 101 del Aero Club Argentino. En 1912 concurrió a Villa Lugano a un festival, durante el cual Pablo Castaibert probó en vuelo a un aeroplano Sommer de su construcción; para el vuelo inaugural de la aeronave, preguntó si alguien quiere acompañarlo. Ningún hombre se ofreció: entonces, ella decidió hacerlo. Esto avivó su interés por la actividad, que ya había presenciado en Francia en 1910, y decidió unirse a la pléyade de precursores de la aviación argentina. Conoció a Jorge Newbery, quien, advertido de sus intenciones de ser aviadora, propuso su inclusión en el curso que se dictaría en El Palomar, en la naciente Escuela de Aviación Militar, junto con los alumnos militares, idea que se frustró luego de la muerte en accidente aéreo del teniente Manuel Félix Origone. Merece destacarse esta innovadora idea de Jorge Newbery, el primer ídolo popular argentino, de incluir a la mujer en todas las actividades, sin distinciones ni diferencias, inclusive en la aviación militar.
Se dedicó, finalmente, al paracaidismo. Participó en gran cantidad de exhibiciones y festivales, hasta que fue empleada por el Ejército como encargada del taller de mantenimiento de paracaídas. Fue instructora de paracaidistas militares durante 22 años. Los últimos años de su vida los pasó en El Palomar, en instalaciones de lo que es hoy el Casino de Oficiales de la 1ª Brigada Aérea, donde falleció el 04 de diciembre de 1956. Aris Emma Walder de Poli nació en Montevideo, Uruguay, el 03 de octubre de 1896, rindió su examen el 04 de enero de 1930 en el Aero Club Argentino, y obtuvo su licencia y brevet de piloto número 371.
El 20 de diciembre se realizó la presentación oficial del planeador Detroit Gull, y Aris Emma de Poli realizó un vuelo con ese planeador primario, en Morón. Quedó así el antecedente del primer vuelo en planeador, realizado en Argentina por una mujer.
En general, las aviadoras argentinas se dedicaron principalmente a vuelos de placer o de turismo, siendo muy pocas las que se animaron, con grandes ambiciones, cumpliendo con ponderables hazañas, a irrumpir en un mundo generalmente frecuentado por los varones. En estas condiciones se inició la segunda mitad del Siglo XX en la aviación civil de nuestro país. Por la actividad aérea desarrollada en la primera mitad del siglo, especialmente por mujeres, puede deducirse con toda facilidad, que la equidad de género se había contemplado, y las tuvo en lugar privilegiado: se respetó la diversidad de origen, de nacionalidad, de religión, de forma de pensar y de género. Fue algo que en la cultura aeronáutica civil se preservó como valor fundamental. Nunca se valió de la distinción biológica para moldear roles distintos, ni se forzaron prejuicios sociales o culturales. No hubo en la aviación argentina luchas por la igualdad de género, porque siempre, mujeres y hombres, actuaron como iguales.
También es muy notable, que muchas integrantes del género femenino que optaron por el aprendizaje del vuelo mecánico, en cualquiera de sus expresiones, una vez que lograron su cometido y han obtenido su licencia, optaron por alejarse de la actividad. Atendiendo a la más divina misión que la Madre Naturaleza les otorgó, muchas optaron por dedicar sus mayores esfuerzos, energías y tiempo a la formación y consolidación de un hogar, y ocuparon primordialmente el rol delicado y sutil de ser las almas de sus familias; además, cuando la vida les obsequió el mayor don, el de la maternidad, supieron decidir por propia voluntad, y eligieron sin el menor esbozo de egoísmo, dar prioridad al hogar, por sobre toda vocación personal. Las que desearon alcanzar la profesionalidad del vuelo, supieron fijarse voluntariamente sus prioridades y establecerse sus propias metas.
Desde los albores del vuelo mecánico, las prácticas de aviación fueron asumidas por gran número de practicantes femeninas como una novel e interesante actividad deportiva, que conjugaba acción, valentía, arrojo, con distracción, diversión y placer. Las figuras conocidas y publicitadas sirvieron como poderoso imán de voluntades para muchas jovencitas que optaron por emular a sus ídolos: las descendientes de Ícaro nativas.
A comienzos del Siglo XX, la actividad aérea en la que participaban las mujeres tenía gran difusión en los medios de prensa, en especial la escrita, porque entonces la sociedad fijaba roles genéricos sin considerar las voluntades, deseos u opiniones personales. De igual manera se consideraba a la mujer que fumaba, sobre todo en público, la que vestía con pantalones,o la que quería volar: era todo una osadía!.
Por entonces, además, había en nuestro país muchas publicaciones especializadas dedicadas a temas relacionados con la incipiente aviación. Generalmente, fueron subvencionadas por misiones comerciales aeronáuticas extranjeras, cuyos intereses se expresaban a través de propagandas, artículos y las más variadas coberturas periodísticas. Y, como el hecho de tener a mujeres que vuelen no era muy frecuente, sus logros y resultados eran muy publicitados.
A medida que avanzó el siglo, fueron más las que se volcaron a esta actividad, que fue vista ya, en sociedad, como “normal”. Así, de a poco, ya las mujeres piloto “fueron perdiendo prensa”, y, curiosamente, la fueron acaparando las mujeres de otra especialidad aeronáutica: las azafatas. Promediando la década de 1940, los avances de la aviación comercial fueron muy notorios, cuando comenzaron a incorporarse al parque aeronáutico aviones de mayor capacidad, más veloces, con mayor autonomía y comodidad. Las compañías competían ferozmente para establecerse en lugares de liderazgo, y descubrieron que uno de los más poderosos atractivos para captar pasajeros-clientes era el servicio eficiente abordo. Para lograrlo, comenzaron a brindar a los usuarios el mayor confort posible, atención cordial y trato afable. Nada mejor que hermosas, gráciles, simpáticas y dinámicas auxiliares de abordo!
Las estrategias comerciales hicieron el resto. Mucho glamour, mucha publicidad, uniformes espléndidos y las sonrisas a flor de labios, hicieron que se cree un hálito especial alrededor de estas mujeres del aire. Y la prensa captó este fenómeno, y comenzó a visibilizarlas.
Repasando los medios, todo lo escrito sobre mujeres piloto se asemeja a los diccionarios, donde las palabras que empiezan con la letra “a” ocupan casi la décima parte de un todo. Con las piloto fue casi lo mismo. El afortunado grupo de pioneras y precursoras, sumado a algunas muy carismáticas, ocuparon grandes espacios. A medida que las hubo más, en adecuación a la sociedad misma, “el seguimiento de sus actividades” fue cada vez menor, hasta casi desaparecer.
Con el Siglo XXI llegó también la era de la digitalización para toda actividad. Con ello, la posibilidad de difusión masiva de todo accionar relacionado con la actividad aérea. Además, lo que en el siglo pasado –la actuación femenina en la aviación- era esporádico, pasó a ser frecuente, cotidiano, habitual y normal.
Finalmente, estas líneas sirvan para reconocer que, por más que todos los pájaros vuelan en forma diferente, a todos los une un mismo DERECHO DE VOLAR. Va nuestro reconocimiento a todas las mujeres que eligieron volar, sea por mero placer, por lograr una meta autoimpuesta, o como elección de modo de vida.
"Adhesión del Museo Nacional de Aeronáutica al Día Internacional de la Mujer"
AUTOR: GABRIEL PAVLOVCIC.
FOTOS: ARCHIVO DEL AUTOR
DTO. INVESTIGACIONES HISTÓRICAS MNA - 08 MARZO 2024